La epilepsia es definida como una enfermedad que se caracteriza por una predisposición continuada a la aparición de crisis epilépticas, y que se acompaña de consecuencias neurobiológicas, cognitivas, psicológicas y sociales.
Su prevalencia en Europa es del 0,7 % de la población, afectando a unos seis millones de habitantes (entre 300.000-400.000 España), con 400.000 nuevos casos cada año, cuya tasa de incidencia mundial es de 61,44 × 100.000 personas/año.
La expectativa de vida está reducida entre 2 y 10 años con una tasa de mortalidad 2-3 veces mayor que la de la población general, siendo el coste total de la epilepsia en Europa de 20 mil millones de euros por año.
La OMS, en su medición de la carga global por enfermedades en el mundo, señala que la epilepsia es la segunda enfermedad neurológica en años de vida potencialmente perdidos o vividos con discapacidad.
La calidad de vida de los pacientes con epilepsia está relacionada con la gravedad y frecuencia de crisis, así como con los efectos secundarios del tratamiento; pero también con el soporte social; de hecho, a lo largo de la historia la epilepsia, ha sido objeto de importante rechazo social basado en un supuesto origen mágico, hasta que Jackson JH desarrolla el estudio de epilepsia focal desde un punto totalmente orgánico y con un origen en un exceso de actividad neuronal en la corteza cerebral. Sin embargo, según encuestas, en la actualidad hasta un 50 % de los pacientes la viven como estigma.
El tratamiento farmacológico se inicia a principios del siglo XX con el descubrimiento del fenobarbital, en las siguientes décadas se incorporan otros fármacos, estableciéndose los pilares de la farmacoterapia con fenitoína, etosuximida, valproato, carbamazepina y benzodiacepinas (diazepam, clobazam y clonazepam). Es a finales de siglo XX y principios del siglo XXI el gran desarrollo de fármacos de manera exponencial: vigabatrina, zonisamida, gabapentina, lamotrigina, topiramato, pregabalina, levetiracetam, oxcarbazepina, rufinamida, hasta los fármacos de la última década: eslicarbazepina, lacosamida, perampanel, brivaracetam. Esto supone un gran arsenal terapéutico, además de poder individualizar relativamente el tratamiento en función de las comorbilidades del paciente y disponer de fármacos con un perfil metabólico y farmacocinético mejor, mejorando la calidad de vida de los pacientes y la adherencia al tratamiento. A día de hoy, a pesar de todo este avance, alrededor de 1/3 de los pacientes siguen siendo farmacorresistentes. A finales del siglo XIX, se realiza la primera intervención por Horsley V, animado por Jackson H. Actualmente la cirugía de la epilepsia intenta mejorar el tratamiento y control de las crisis, minimizando efectos adversos y favoreciendo positivamente la calidad de vida de los pacientes. En los años 30 del siglo XX (Penfield W y Jasper H) se crea una metodología para el diagnóstico y tratamiento quirúrgico de las epilepsias focales y se desarrolla la capacidad de realizar registro directo de la actividad eléctrica de la corteza cerebral. Más adelante, se perfecciona la metodología de estudio y tratamiento quirúrgico de las epilepsias focales refractarias, mejorando el estudio clínico al incorporar el registro video-EEG y la estereoelectroencefalografía (SEEG).
Desde los años 90 del siglo XX este abordaje quirúrgico está claramente establecido como alternativa terapéutica en las epilepsias farmacorresistentes (EFR), habiendo demostrado su eficacia en ensayos clínicos controlados y aleatorizados.
En cuanto al pronóstico, la evidencia epidemiológica (National General Practise Study of Epilepsy) sugiere que en la epilepsia puede considerarse como bueno en la mayoría de los casos, con buen control y respuesta al tratamiento, que en ocasiones se puede retirar, consiguiendo remisiones hasta en el 84 %; aunque el porcentaje de recaídas durante el descenso o retirada completa está entre el 12 y el 66 %.
Por todo lo antes dicho, parece claro que es de gran utilidad disponer de recomendaciones prácticas que ayuden a los profesionales a tomar decisiones en un campo con tanta relevancia como es la Epilepsia.
La SEN, desde el año 2003, ha propiciado la publicación por parte de los Grupos de Estudio de Recomendaciones para la Práctica Clínica, que ayuden a difundir y concretar los avances diagnósticos y terapéuticos habidos hasta el momento. El Grupo de Estudio de Epilepsia ya comenzó esta tarea magistralmente en 2004, revisándolas en 2008 y 2012, así que parece que es el momento de una nueva actualización. Por eso, es motivo de satisfacción poder ver nacer este nuevo texto: un manual de práctica clínica en Epilepsia con las recomendaciones diagnósticas y terapéuticas revisadas y actualizadas. Esta labor ha sido llevada a cabo bajo la coordinación de López González FJ y un grupo de editores, prestigiosos expertos en epilepsia como Villanueva Haba V, Falip Centellas M, Toledo Argany M, Campos Blanco D y Serratosa Fernández J.
La obra está dividida en 5 capítulos, que a su vez contienen varios temas, coordinados por cada uno de los editores. Abarca un amplio compendio del conocimiento actual sobre epilepsia, como son aspectos diagnósticos, terapéuticos y manejo del enfermo epiléptico (desde la farmacología a la cirugía) y el pronóstico, terminando con un Vademécum de fármacos antiepilépticos que, a buen seguro, será de gran ayuda. Todo ello conforma una obra muy práctica que será de gran utilidad, no sólo a especialistas en Neurología, sino también a otras especialisdades como Neurología Pediátrica, Neurocirugía, Medicina de Urgencias, Medicina de Familia, Psiquiatría, etc.
Felicito a los editores y autores de este texto por su calidad y contenidos, al Grupo de Estudio de Epilepsia por llevarlo a cabo y a su coordinador, Dr. Francisco Javier López González, por su dedicación y tiempo para lograr esta excelente obra. Espero que sea de gran utilidad a los profesionales que atienden este tipo de enfermedad y, sobre todo, a los pacientes epilépticos para que ayude a mejorar nuestra capacidad diagnóstica y terapéutica, que es el fin último de nuestro quehacer médico.